El momento en el que escribo esta reflexión es una fría y oscura tarde de un 14 de diciembre. Algete, Navidad del 2013. Es sábado. Muchos vecinos deberían de estar disfrutando de un fin de semana pre navideño por las calles y plazas de su pueblo. Así que inocente de mí, salgo contenta y con dos niños pequeños a disfrutar de una tarde de luz, música y buen ambiente, porque, además, ni llueve, ni hace viento, ni es fin de mes, ni... Ni nada. Es llegar a la plaza del pueblo, de un pueblo de más de 20.000 habitantes, y ¡nada! Un paisaje desolador nos recibe, aunque ya las solitarias calles hasta llegar allí nos lo avisaban. Lo único que encontramos es un luminoso y original árbol navideño sobre la fuente. Muy bonito (... o no), pero lo único que da, además de luz, es pena de lo solo que está. Mis hijos me urgen: "Mamá, vámonos, aquí no hay nadie".
Es cierto que había programada alguna actividad en el centro cultural J.M. Serrat (a 5€ la entrada), el mercadillo de M.I.A, y el magnífico Belén de la Escuela de Música. Pero, para ser sinceros, el público no ha sido nada excesivo, y finalmente, la calle, la plaza, seguía vacía. Y lo que se espera para un fin de semana prefestivo es algo más de jolgorio, vidilla, o al menos más actividad que provoque salir, encontrarse, relacionarse con otra gente, y volver a casa sin la sensación de haber estado en un pueblo semi abandonado. Así que grabé un minivídeo simbólico de la navidad en mi pueblo, que pueden ver a continuación. Y acto seguido, pese a mi conciencia ecológica de evitar coger el automóvil, y a mi decidido afán por apoyar el desarrollo de la comunidad en donde vivo... Metí a mi familia en el coche y nos largamos.
Acabamos a pocos, muy pocos kilómetros de aquí, en un pueblo que debe tener como 4 veces menos la población de Algete: Fuente El Saz. No tenía yo muchas esperanzas de encontrarme un ambiente mucho más festivo, pero necesitaba quitarme la idea de abatimiento y declive que me había quedado en el paladar. Y ante mis ojos, al aparcar junto a la plaza, se abrió un verdadero espectáculo difícil de creer. Y lo digo con ironía patente. ¡Un mercadillo navideño! Vamos, algo de lo más común en estas fechas. Pero, además, para más vergüenza propia, es que era un mercadillo estupendo. Hablé con varios comerciantes y vecinos de allí y les cuento: el mercadillo había sido promovido y organizado por el Ayuntamiento. A cada comerciante, asociación, o vecino que quisiera poner su caseta, se le proveía de la licencia por dos fines de semana, la luz y servicio de seguridad nocturna. Solo tenían que registrarse y pagar una cantidad simbólica: 50 euros por fin de semana. Comerciantes y vecinos estaban muy contentos con la iniciativa. Había puestos de castañas, dulces, artesanía, chicos y chicas vendiendo papeletas para su viaje de fin de curso, comercios desplegando sus productos de todo tipo a precios muy asequibles, sorteos y rifas. Todo aderezado con villancicos y música popular. La plaza estaba contenta, viva. Tanto vecinos como comerciantes. Tuve que grabar otro mini vídeo, que también les muestro, y que ustedes mismos juzguen.
Fuente el Saz también tiene sus arcas municipales vacías, como Algete. Fuente el Saz tiene poco más de 6.000 habitantes. ¿Dónde está el problema?, ¿por qué Algete parece inmóvil, mudo y ciego? Vecinos: se trata de activarnos. Si los Reyes Magos no nos traen un mercadillo navideño, con toda la vida que eso implica a un pueblo en unas fiestas, ¡lo tendremos que montar nosotros! Comerciantes, Asociaciones: si el Ayuntamiento no nos lo propone, tendremos que proponerlo nosotros. Señores concejales: les invito a que además de hacerse una foto junto al árbol, se pasen por otro pueblos aledaños y aprendan. Porque animar una plaza, no cuesta tanto dinero. Cuesta empeño en hacerlo. Y tienen todo un año para prepararlo, a ver si en las próximas navidades, los vecinos no nos tenemos que ir a otros sitios, que tampoco esta mal, pero que sea por decisión propia, no porque te deprimas al pasearte por calles desiertas.
Pero ahora que lo pienso, a lo mejor es que sí que interesa que el pueblo esté calladito y metido en casa. Sin ir más lejos, se me viene a la mente, ese cartel que prohibe desde no hace mucho celebrar cumpleaños en parques públicos. ¿Es que molestamos tanto? Pero bueno, esa será materia para otro debate.
Enhorabuena por el post Patricia. Muy acertado y contando la realidad.
ResponderEliminarGracias Mario, la verdad es que no creo haber dicho nada que no haya podido comprobar cualquier vecino. No es el tema más acuciante en un pueblo con los problemas que tiene el nuestro, pero como decía, dar un toque de alegría no cuesta apenas nada, y así lo han demostrado los de Fte. el Saz.
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